CARTA DE MEYERHOLD A CHEJOV
Moscú, 18 de abril de 1901
¡Querido Antón Paulovich!
Escribe Usted: “Gracias por haberse acordado de mí”. ¿Ha podido creer que le había olvidado, porque he callado mucho tiempo? Siempre pienso en usted. Cuando le leo, cuando trabajo en sus piezas, cuando reflexiono en el sentido de la vida, cuando estoy en desacuerdo con los demás y conmigo mismo, cuando sufro por mi soledad...
Sí, con mi silencio, he dejado de darle una prueba real de mi pensamiento dirigido constantemente hacia usted; la única razón es que tengo conciencia de estar mal armado para la vida; sé que todo lo que siento no ofrece ningún interés para nadie.
Soy irritable, susceptible, molesto, y todo el mundo me encuentra desagradable.
Y yo sufro y sueño con el suicidio. Me da igual que me desprecien. Quiero seguir el mandato de Nietzsche: Werde der du bist[1].
Digo resueltamente todo lo que pienso. Odio la mentira, no desde el punto de vista de la moral comúnmente admitida (que está basada ella misma sobre la mentira) sino como hombre que aspira a purificar su personalidad.
Me indigno abiertamente ante la arbitrariedad policíaca de la que fui testigo en Petersburgo el 4 de marzo, y no consigo entregarme con serenidad a mi arte, cuando mi sangre bulle y todo me llama a la lucha[2].
Deseo arder en el espíritu de mi tiempo. Deseo que todos los hombres de teatro tomen conciencia de su alta misión. No puedo considerar tranquilamente a mis compañeros que, ajenos al interés público, se niegan a elevarse por encima de los estrechos intereses de casta.
¡Sí, el teatro puede desempeñar un papel inmenso en la transformación de todo lo que existe! No en vano la juventud petersburguesa ha cuidado de subrayar su actitud hacia nuestro teatro. Mientras que, en la iglesia y en la plaza, se golpeaba cruel y cínicamente a esta juventud con látigos y sables, en el teatro podía dar libre curso a sus protestas contra la arbitrariedad policíaca, destacando en El Doctor Stockmann frases que no tenían nada que ver con la idea de la obra, pero que ésta juventud aplaudía frenéticamente: “¿Es justo que unos imbéciles gobiernen a gente instruida?” o “Cuando se va a defender la libertad y la verdad, no hay por qué ponerse los mejores trajes”. Tales son las frases de Stockmann que han provocado manifestaciones. Uniendo los partidos y las clases, el teatro imponía a todos un mismo dolor, un mismo entusiasmo, e impulsaba a protestar contra lo que indigna por igual a todo el mundo. El teatro se ha afirmado así por encima de los partidos y ha hecho comprender que llegará un día en que sus paredes defenderán contra el látigo a los que se esforzaron por gobernar el país en nombre de la libertad de todos.
La agitación pública de estos últimos días me ha reanimado y ha despertado en mí aspiraciones en las que no osaba soñar. Tengo de nuevo deseos de estudiar, de estudiar, de estudiar.
Tengo que decidir si debo perfeccionar mi personalidad o lanzarme al combate por la igualdad.
Esto es lo que quisiera saber: ¿Es posible que los humanos lleguen a ser iguales sin que cada uno de ellos renuncie a su moral individual, aún cuando ésta no perjudique a nadie y sea comprensible para todos en tanto que manifestación de un mismo espíritu?
Y además, me parece que no se debe buscar llegar a ser “un maestro”, cuando la lucha social nos empuja a la fila de los “esclavos”.
Estoy terriblemente conmocionado y tengo sed de saber.
Cuando miro mis manos delgadas, las odio, porque me veo tan flojo y blando como estas manos que nunca han cerrado el puño con fuerza.
Mi vida me parece como una larga crisis torturante de una horrible enfermedad que se arrastra a lo largo de ella. No hago sino esperar, esperar que esta crisis se desate de un modo u otro. No tengo miedo del porvenir, con tal de que al final llegue pronto, no me importa qué final... Pero eso basta.
¡Venga más rápido querido Antón Paulovich! Reconfórtenos con su ternura. Y a usted, la naturaleza le reconfortará. Hace buen tiempo aquí. La primavera se despliega de día en día. Se sienten deseos de partir hacia el aire, en el seno de la naturaleza. Últimamente hemos admirado la puesta de sol en Ptrovsko-Razumovskoya. Después hemos seguido con la mirada las sombras que se condensaban y las siluetas de los árboles subiendo poco a poco hacia el cielo pálido, cada vez más altas a medida que caía la oscuridad. El aire se enfriaba, las estrellas se encendían y, como en la naturaleza, las sombras se desplegaban en el aire. Hubiéramos querido quedarnos toda la noche en esta atmósfera misteriosa, y vivir mil pensamientos para acercarnos, aunque sólo fuera un poco, a la comprensión del sentido inconcebible del ser...
Vsevolod MEYERHOLD, que le quiere calurosamente.
¡Escríbame una palabra antes de venir! Mis mejores saludos a su madre
[1] “Llega a ser lo que eres”
[2] El 4 de marzo de 1901, frente a la catedral de Kazan en Petersburgo, tuvo lugar una manifestación que fue reprimida ferozmente. Este suceso que jalona una de las etapas de la revolución en marcha, coincidió con la estancia en la capital del Teatro de Arte de Moscú, en gira por todo el país, que representaba El Doctor Stockmann de Ibsen. Ver “Mi vida en el Arte” de Stanislavski, edic. francesa, Paris 1950, pp 161 y siguientes; Edic. italiana, Einaudi 1963, Torino, pp. 306-307.
¡¡Nos mudamos!!
Hace 1 año
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